Y me dieron ganas de ir al Barrio chino acá en la Ciudad de México a ver como celebraban. Para empezar el 'barrio' chino realmente no es barrio, es una sola calle y bastante chiquita. Así que como se imaginarán, la calle estaba atascadísima de gente. Todo estaba lleno; los restaurantes estaban a reventar.
Había muchos puestesitos que vendían llaveritos, figuras de cerdos, pulseritas y demás chucherías. Había otros poquitos de feng shui o de tarot chino.
Me fui a donde estaba una tarima (un escenario) y ahí me quedé a ver si pasaba algo. Pero me desesperé porque había mucha gente y nada ocurría. Dí una vuelta y regresé pero ahora por atrás del escenario. Me quedé en un rinconcito donde había sombra y ví que un chavo empezó a hablar.
Me quedé. Tenía hambre, tenía sueño, hacía calor, no tenía dinero y había demasiada gente.
Me aguanté el hambre, el sueño, el calor y me concentré en soportar un rato a toda la muchedumbre.
Solo ví a unos niños que bailaron con 3 cabezas de dragón. Después de ellos fueron unos chavos con unos dragones más grandes y obviamente el baile fue más elaborado, porque el de los niños estuvo un poco lento.
Después de eso pasaron unas chavas con unos vestidos largos, rosa y blanco... pero esto ya no lo terminé de ver...
Mi tolerancia al hambre, al sueño, al calor y a la muchedumbre se acabó cuando un grupo de sujetos a mi lado empezaron a fumar como trenes. Y el humo me ahuyentó como a los mosquitos.
Así concluyó mi corta visita por el Barrio chino con dos simples conclusiones:
- El barrio chino necesita más chinos. Todos se veían bastante mexicanos.
- El gobierno debería expropiar alguna parte de la ciudad y dársela a los chinos, el barrio chino está muy chiquito.
Ah, y nomas' me alcanzó para comprarme una galleta de la suerte y me salió esto:
Sorpresas, os estoy esperando. Apúrenle.